Desde su fundación por Alfonso VIII de Castilla en el año 1186, Plasencia no ha dejado de evolucionar sin dejar de ser la urbe noble, leal y benéfica erigida a orillas del Río Jerte para el placer de Dios y de los hombres. Nos adentramos en la ciudad de las catedrales, la que adornó con su aire impresionista el pintor Joaquín Sorolla y la que abre sus puertas a las comarcas del Norte de Extremadura con celebraciones como el Martes Mayor o la Semana Santa. Plasencia, es la puerta de Extremadura.
La proliferación de edificios como iglesias o conventos es una muestra del rico legado religioso medieval de esta ciudad, que tiene su máximo exponente en el Conjunto Catedralicio. La conocida como Catedral Vieja es un edificio que presenta una clara transición del románico al gótico. En su construcción intervinieron arquitectos tan importantes como Juan de Álava, Francisco de Colonia o Enrique Egas. La Catedral Nueva tiene dos magníficas fachadas renacentistas de estilo plateresco: la principal es obra de Juan de Álava y la del Enlosado se atribuye a Diego de Siloé.
La muralla, con sus particulares cubos y barbacana, es la fortificación monumental que caracteriza a Plasencia. La cerca militar medieval era el elemento defensivo y protector de la ciudad que permitía el acceso a la villa a través de varios accesos, de los cuales hoy se conservan las Puertas de Trujillo, de Coria, de Berrozana, Del Sol y de Clavero, además de los Postigos de Santiago, del Salvador y Santa María. Otras puertas como las de la Fortaleza o de San Antón, de Talavera y del Carro no han llegado a nuestros días, mientras que la Puerta del Clavero y el Postigo del Salvador han sido reconstruidos. Recientemente se producido el hallazgo de la denominada Puerta de los Judíos.
El acueducto medieval, construido en sillería granítica por Juan de Flandes en el siglo XVI en sustitución de otro del siglo XII, se encuentra en la parte norte de la ciudad. A través de él Plasencia se abastecía de aguas cristalinas procedentes de las cercanas sierras de El Torno y Cabezabellosa, que transportadas en tubos de barro hasta la ciudad desembocaban finalmente en el acueducto. Esta majestuosa obra de 200 metros de longitud y una altura de 18 metros, en su punto más elevado, consta de 55 arcos de medio punto, la mayor parte de ellos situados en San Antón, donde hubo una iglesia dedicada a este santo, por lo que al monumento se le conoce entre los placentinos como Arcos de San Antón.
Pero Plasencia también guarda la huella de un rico pasado civil que se vislumbra en un casco histórico con un impresionante conjunto monumental plagado de palacios, casas señoriales y otros edificios que han ido conformando una ciudad moderna que ha sabido conservar la esencia de su pasado. La Casa de las Dos Torres, el Palacio del Marqués de Mirabel, el de Los Monroy o el Palacio de Carvajal-Girón son algunas de las edificaciones más singulares de esta ciudad, que también contó con uno de los principales asentamientos sefardíes de Extremadura.
La Semana Santa placentina, declarada Fiesta de Interés Turístico Regional, es su más importante manifestación religiosa y uno de los grandes atractivos de la ciudad, no sólo por aunar fe y devoción, sino por la categoría de su rica imaginería, una de las más importantes de Extremadura. La otra celebración que ostenta la máxima distinción autonómica es el Martes Mayor, un mercado con más de 800 años de historia que se celebra el primer martes de agosto. Es un evento popular y festivo en el que se homenajea a las tradiciones y a los habitantes de las comarcas del norte de Extremadura, que ofrecen los mejores productos de la tierra a los miles de visitantes que disfrutan de esta conmemoración de tradición medieval.
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