En las estribaciones de la Sierra de Gredos y al abrigo de la Sierra de Tormantos, el Valle del Jerte despierta sensaciones al viajero y le obsequia con un legado natural e histórico de gran valor como recompensa por haberse adentrado en una tierra que sorprende por sus espectaculares paisajes de montaña y aguas cristalinas. Aquí reina y gobierna la cereza, que no sólo es un cultivo y un referente turístico, sino un modo de vida.
Un decorado natural salpicado de rocas graníticas, saltos y cascadas va dibujando La Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, un espacio protegido de 7.226 hectáreas que causa asombro por las marmitas gigantes que forman grandes pozas excavadas en la roca debido a la erosión fluvial. Un claro exponente de este monumento natural es el paraje de Los Pilones, en el que las aguas han ido esculpiendo a lo largo de millones de años una serie de fosas naturales que con la llegada del estío se convierten en impresionantes piscinas naturales.
No hay que olvidar que nos encontramos en el Valle del Jerte, en un entorno que se transforma en el marco ideal para la práctica del senderismo a través de una ruta de poco más de seis kilómetros que conduce al Centro de Interpretación de los Infiernos y discurre por una pista forestal que pasa por el Mirador del Chorrero de la Virgen, un concurrido balcón al que asomarse para contemplar bellos saltos de agua y avistar rapaces como el buitre leonado o el águila real.
Si tuviéramos que dibujar este valle multicolor es posible que cogiésemos una paleta con predominio de cuatro pinceles esenciales: el verde que nos ofrece su exuberante naturaleza, el azul con el que nos obsequian sus cristalinas aguas, el blanco que diseñan los cerezos en flor y el rojo que desencadena el fruto que brota en los árboles. Esta tierra trashumante, en sus días paso natural entre Extremadura y las tierras castellanas, encuentra en el Torreón del Calvitero (2.401 metros de altitud), el pico más elevado de Extremadura. Bañada y mimada por el río Jerte, esta comarca nos sumerge en gargantas de incomparable belleza natural donde darse un baño es algo más que un privilegio, quizás compartiendo espacio con algunos ejemplares de truchas autóctonas.
Es tal su riqueza que al atravesar sus senderos el caminante se va a topar con saltos de agua tan impresionantes como La Cascada de Marta, la de “La Desesperá”, la del “Caozo” o La Cascada del Calderón, entre otras muchas. Alisos, fresnos, castaños, robles y olivos van moldeando un paisaje idóneo para disputar pruebas como la famosa Picota Bike, uno de los eventos deportivos más espectaculares del calendario regional en el que se dan cita hasta 300 deportistas nacionales e internacionales; o la Carrera por Montaña Garganta de los Infiernos, otro de los grandes emblemas que elevan el Valle del Jerte a su máxima expresión.
Porque no hay que olvidar que nos encontramos en uno de los destinos consolidados en Extremadura para la práctica del turismo activo con rutas en BTT como las del Cordel del Valle, la de los Pinos de Tornavacas o la del Monte Reboldo; unas y otras pintan un mapa cargado de itinerarios que nos van a mostrar a bordo de las dos ruedas los encantos y la inmensidad del Valle del Jerte muy cerca de barrancos como el de Los Papúos, Los Hoyos y Las Nogaleas, donde se viven experiencias inolvidables para la práctica del barranquismo.
Pero si hay algo que ha hecho mundialmente conocido al Valle del Jerte ha sido el cultivo de la picota, un fruto del que han venido viviendo las gentes de la comarca desde el siglo XVII. Es la variedad de cereza apreciada por su inconfundible sabor y por su calidad superior, avala por el consejo regulador de la Denominación de Origen Protegida Cereza del Jerte. En primavera se vive con la Fiesta del Cerezo en Flor, una celebración popular declarada de Interés Turístico Nacional que permite al visitante contemplar la estampa única que regalan más de un millón de cerezos en flor diseminados por todos los municipios del valle que abren las puertas para mostrar su arquitectura popular, bodegas, lagares y fraguas que guardan todo el sabor de antaño.
El Valle del Jerte es una de las despensas más ricas de Extremadura. Las truchas, las carnes de cabrito y cordero, embutidos artesanales, quesos y dulces tradicionales completan una oferta gastronómica digna de saborear sin prisa, disfrutando del paisaje que regala este paraíso del norte de Cáceres de enero a diciembre.
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