Un privilegiado entorno geográfico, un amplio patrimonio histórico y una rica tradición gastronómica convierten a Montánchez en uno de los más preciados destinos turísticos de Extremadura. Su ubicación, por encima de los 700 metros de altitud, convirtió su fortaleza en centro de revueltas y episodios bélicos. Disfrutar de Montánchez permite rememorar viejas batallas, adentrarse en un valioso patrimonio histórico y natural y aderezar la visita con buen jamón y buen vino.
Desde Montánchez, uno de los municipios de mayor altitud de Extremadura, el viajero tiene la sensación de ver buena parte de la tierra desde arriba. Será porque la Sierra de Montánchez está coronada por el Monte Viejo, a 998 metros de altitud, presidiendo un municipio que se fue desarrollando en un collado a dos vertientes, la de los ríos Tajo y Guadiana. Montánchez abre puertas al astroturismo.
A sus atractivos naturales y culturales se suman unas extraordinarias condiciones para observar el cielo estrellado. La baja contaminación lumínica y el buen clima hacen que Montáznchez forme parte de la Red de Miradores Celestes de Extremadura, que tiene una ubicación privilegiada en uno de los patios de su fortaleza.
Situado en la ladera de un escarpado risco y coronado por el castillo de origen árabe, se encuentra el cementerio de Montánchez, destino obligado para el visitante. Fue galardonado con el premio al Mejor Cementerio de España en 2015 y reconocido con el Premio Comunidad Sostenible por la UNESCO.
La necrópolis se construye moldeando el granito de la montaña y a distintas alturas y su altitud regala unas vistas excepcionales de la campiña extremeña, escenario desde el que pueden divisarse en días claros hasta cincuenta localidades.
Recorriendo las calles del municipio, el viajero puede visitar la Ermita de Nuestra Señora de la Consolación del Castillo y disfrutar de unas vistas fabulosas del núcleo urbano y de sus alrededores. Y es que del extenso patrimonio de Montánchez también destaca la torre campanario construida exenta de la Iglesia de San Mateo, los cruceros que se conservan en distintos rincones y el Barrio de Canchalejo, cuya característica principal es el trazado irregular de sus calles estrellas, algunas sin salida. Ya hacia las afueras merece la pena descubrir el “cancho que se menea”, una gran piedra de culto de la época megalítica en un enclave privilegiado que nos sigue regalando las mejores vistas.
Si hablamos de fiestas, Montánchez es un enclave cargado de tradiciones entre las que destacan San Blas y los Carnavales, cuya esencia radica en vestirse de “jurramacho” portando caretas elaboradas con la tela utilizada para envolver los preciados jamones de la zona.
Montánchez está rodeado de viñas de las que tradicionalmente se han extraído afamados caldos, pero también de olivos que permitían a sus vecinos elaborar aceites de gran calidad. Su altitud y el clima se convirtieron en factores determinantes para el curado de los jamones, y eso contribuyó a desarrollar un tejido ganadero e industrial en torno a este producto que ha definido las peculiaridades del municipio desde hace años.
Rinde homenaje a sus productos gastronómicos con las Jornadas del Ibérico, evento que cuenta con una feria temática donde no faltan el jamón y el resto de productos derivados del cerdo ibérico junto a quesos, vinos, aceites y dulces de la comarca. Es tal la fama de sus jamones, que ni el monarca Carlos V pudo resistirse a este manjar, que incluyó en su dieta habitual. Villa ubicada entre las ciudades de Mérida, Trujillo y Cáceres es el escenario ideal para la práctica de todo tipo de actividades al aire libre, como senderismo, BTT, vuelo en parapente, avistamiento de aves o recogida de espárragos, setas y castañas.
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